26/10/16

SOBRE LOS FEMICIDIOS Y LA VIOLENCIA DE GÉNERO


Estoy en contra de los asesinatos, el ultraje y la apropiación de las mujeres, tanto como de la madre tierra, que también es mujer… Estoy en contra y me duelen. Me generan bronca e impotencia, como todos los atropellos e injusticias de la humanidad, a cuyas construcciones colectivas de resistencia intento aportar desde mi humilde posición en la que escribo lo que escribo y digo lo que digo.


¿Pasará con la violencia de género, lo mismo que con otros temas que comprometen la supervivencia del ser humano, que les dejaremos para resolver a las futuras generaciones, si es que sobreviven a la violencia y la destrucción del patriarcado y el extractivismo? A esta altura de los acontecimientos, no hay resiliencia posible: o luchamos todxs juntxs contra la matrix, o desaparecemos como especie de la faz de la tierra. La foto la saqué de un pasquín que no cita al autor, por lo tanto, considero que tampoco debe ser citado.


Estoy en contra de los femicidios, de la desigualdad de género, de la discriminación a las mujeres, de su sometimiento y de su cosificación ¿hace falta que lo diga o lo escriba y lo repita una y otra vez?
Y… como viene la mano, SÍ...
Por eso no sólo lo digo o lo escribo, sino que también lo justifico y fundamento, tanto en lo fáctico, como en lo ideológico y lo espiritual.

Estoy en contra del estado patriarcal, o igualmente dicho: estoy en contra de los estados neocoloniales devenidos del sistema capitalista, corporativo, clerical, narco y fascista, que no es otra cosa que la institucionalización del patriarcado, donde quien tiene poder se impone sobre lxs demás por la fuerza, haciendo uso de la violencia, sea esta ejercida de diversas formas: física, verbal, discursiva, psicológica o cualquier tipo de gestualidad intimidatoria o coercitiva.
Es curioso: el estado patriarcal, como buen reflejo de la sociedad donde se halla inserto y a la cual pretende controlar, domina e impone ese tipo de conducta a las mujeres; sin embargo, no hace diferencia de género a la hora de reprimir o criminalizar la protesta social. Inversamente, la sociedad también es reflejo del estado (con todas sus características antes mencionadas, a las que agrego la corrupción y la impunidad) que guía su destino hacia la descomposición del tejido social, y como parte de ello, el menosprecio de todos los valores que hacen a la femineidad (con todas sus variantes y diversidad). Consecuentemente y por desgracia, la violencia de género está alcanzando al día de hoy niveles insospechados, siendo la muerte el corolario siniestro de un sinnúmero de cuestiones que hacen a la denigración de la mujer como ser humano.

Me parece muy bien que condenaran socialmente a Cordera por su puntual exabrupto público, inaceptable desde cualquier punto de vista (desde entonces que no escucho más un tema de él por ningún lado); no obstante no veo la misma reacción hacia personajes más nefastos aún, como Tinelli, que con una conducta pública constante en ese sentido, siguen teniendo tanta aceptación social masiva, liderando todos los ratings de la televisión abierta; la misma aceptación (e incluso idolatría) como la que tenían Olmedo, Porcel o Franchela, cuando el patriarcado era menos cuestionado que hoy.
Que Cordera haya sido (o presumido ser) un personaje más "políticamente correcto" que Tinelli, no quiere decir que éste último tenga derecho a gozar de una suerte de impunidad social. Pero la sociedad patriarcal (conformada por mujeres y hombres formadxs en una cultura machista) le sigue dando cabida, así como le da cabida a la onda reguetón y a la cumbia villera, que nacieron propalando consignas mucho peores que las que profirió el ex-Bersuit y aún así se hizo hiper-masiva, penetrando en casi todos los rincones de la sociedad y la cultura moderna argentina.
¿Acaso sonaba descabellado tiempo atrás pensar que eso que repiten esas canciones y los millones que las corean en todos lados, 10 ó 20 años después pasaría a ser el comportamiento estándar de una parte de la sociedad? Cuando decía eso, me respondían despectivamente que no entendía la cultura del pueblo, que era un ortiva cuando pedía por favor en los bondis que bajaran esa música, cuando se les dio a los pibes pasarla en sus dispositivos portátiles a volumen estridente...
Pues bien, los hechos concretos de la cruel realidad están demostrando precisamente ESO; y ESO, lo que HOY está pasando: los femicidios, es algo que no es casual que estén sucediendo cada vez comn más frecuencia, ni es obra del libre albedrío.

No es casual tampoco que en todos los medios corporativos, debajo de las notas de tapa que tocan el tema, más amarillistas o estigmatizantes de las víctimas que otra cosa, mezcladas con disputas de poder político-empresarial, aparezcan notas frívolas o publicidades con fotos de mujeres semidesnudas y/o noticias de chimentos de la farándula, donde las mujeres son cosificadas por el estándar del macho argentino, no sólo en la sección chimentos, sino también en deportes, sociales, moda, espectáculos y demás cuestiones vinculadas al ocio y el entretenimiento (boliches, bares, casinos, etc.). No es casual que ningún responsable social ni siquiera atine a pensar que una cosa tiene que ver con la otra. No es casual, tampoco, que no exista ningún tipo de alerta temprana social para deterctar la violencia de género ni menos aún, sus nichos.

Tuvimos, tenemos y seguramente tendremos presidentes y presidentas machistas, patriarcales y misóginos. La mayoría de los estados latinoamericanos están o estuvieron en los últimos años, gobernados por mujeres, los europeos también. Incluso ahora el país más poderoso del mundo es probable que pronto termine siendo gobernado por una mujer. Pero en todos los casos son mujeres gobernando para el patriarcado, donde el enquistado esquema violento de la imposición por la fuerza sigue siendo la modalidad que domina el destino de la humanidad sustentado en el servilismo forzado de los débiles y los sometidos (versión moderna y maquillada de la esclavitud).
Sin ir más lejos, en Argentina, gobernó una mujer en los últimos 8 años que, más allá de cierta gestualidad discursiva y espejitos de colores (como viene sucediendo hace 524 años), entregó los bienes comunes y el territorio ni más ni menos que a Barrick, Monsanto y Chevron, mientras se los negó a lxs millones de desposeídxs del sistema, entre los que claro está, predominan las mujeres. Desde ya, como nada de eso cambió y la entrega se acentúa, ahora estamos peor. Y lo peor de todo es que la masa los sigue votando…

Es verdaderamente hipócrita y cínico que funcionarixs, legisladorxs o concejalxs hagan política partidaria con “ni una menos”, mientras al mismo tiempo ningunean o directamente bajan de un plumazo iniciativas populares, cuando los empresarios corporativistas o sus superiores en la estructura de gobierno, así se lo indican. Ejemplos de estos sobran, en todos y cada uno de los rincones de Argentina o Latinoamérica, si lo habremos vivido tantas veces en Uspallata, por ejemplo…

La desigualdad de género (incluyendo la proferida hacia toda la diversidad LGBT), es tan inaceptable y deplorable como el racismo, la xenofobia o la discriminación, hacia cualquier tipo de minoría (las mujeres no son precisamente eso) étnica, religiosa, política, o grupo diferente al del segmento dominante o en inferioridad de poder; sin embargo al día de hoy esa desigualdad sigue enquistada en todos lados: en los partidos políticos, los sindicatos, las fuerzas armadas, la iglesia, las empresas, todas las instituciones de todos los estamentos y ámbitos del estado, incluso también en todos aquellos movimientos que actualmente se muestran como ideológicamente opuestos a ese modelo, como pueden ser las artes o la música (las rockeras, a quienes yo admiro, son una rareza). Sólo en el seno de las luchas sociales contemporáneas se vislumbra un atisbo de igualdad; y no es casual, pues esos movimientos populares reivindicatorios de derechos negados, son (o intentan ser) en esencia, transversales, igualitarios, apersonalistas, apartidarios, antipatriarcales, anticapitalistas y anticorporativos, además de defender a la madre tierra.

Patriarcado y extractivismo tienen un mismo hilo conductor: la imposición de modelos por la fuerza, asociada al miedo, la coerción y la dominación de lxs otrxs. No puedo dejar de pensar en qué loco es que, a pesar de que la cultura machista y patriarcal domina la humanidad desde tiempos inmemorables, a la Tierra siempre se la llamó “Madre” en todas las culturas; y para todas también lxs humanxs somos sus hijxs… No puedo dejar de hacer notar, bajo este contexto, la analogía filosófica que existe entre el secuestro y la violación de una mujer, y la apropiación y el saqueo del territorio, que no representa otra cosa que el secuestro y la violación perpetrado contra la Madre Tierra, que es ni más ni menos que NUESTRA madre, que nos alimenta y nos cobija; y de cómo todo tiene que ver con todo y con todxs, porque todos venimos de una madre y terminaremos en la tierra y como decían los pueblos originarios ante el inevitable avance de los conquistadores: “nadie está exento de un destino común”.

Ah, me embola enormemente que la compu me subraye todo el tiempo la palabra “femicidio”, como pidiendo una corrección.... Esto también corrobora (junto con todo lo que escribí antes) que, como digo siempre, el sistema está tildado en una suerte de comprobación de redundancia cíclica. De nada sirve seguir alimentándolo con las mismas fracasadas fórmulas que nos llevaron a que todo esté como está todo hoy; pues de esa manera sólo arribaremos a que, tarde o temprano, los resultados serán los mismos: al sistema hay que resetearlo, cambiar sus componentes y reiniciarlo, no queda otra…

En lo que a mí respecta, más allá del apoyo en la lucha (en SU lucha que es nuestra lucha, la de todxs); puedo ofrecer a las mujeres oídos, lectura, comprensión, palabras, música, flores, mariposas, sonrisas, abrazos, buena vibra, buen vivir, paz y amor. Ese es mi deseo y ojalá se entienda como lo que es: algo que me surge desde el corazón.

Say no more.

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